11 Jun El futuro de la fotografía (?) El mismo que en su pasado por Lúa Ribeira
Lúa Ribeira | Fotógrafa
Me habéis preguntado por el futuro de la fotografía y rápidamente me surge la duda: ¿a qué nos referimos? La fotografía es un medio, una herramienta para producir imágenes, cuya tecnología se está transformando constantemente; pero, quizá por falta de interés, no suelo dedicar tiempo a sus avances ni a lo que conllevan. Podría centrar mi respuesta en el porvenir de la imagen fotográfica. Sin embargo, si tenemos en cuenta todas las aplicaciones y campos donde se usa, el tema sería inabarcable.
La pregunta acerca del futuro de la fotografía también podría referirse a la industria fotográfica, pero no tengo la experiencia suficiente para juzgarla. Solo diría que -allá donde existe- es hermética; como dice un compañero: «Los problemas de siempre: la gente con más plata arreglando sus historias primero, y con más capacidad para hacerlo».
¿Me preguntáis entonces por la fotografía como expresión artística? Ahí quizá pueda encontrar un huequito.
En ese sentido, creo que la misión de la fotografía en el futuro será la que tuvo en el pasado: enfrentarse al presente. Me explico: cuando uno se topa con cierta resistencia, se siente mal, incómodo o menospreciado, busca respuestas, confuso; en esa búsqueda, el mundo te proporciona tu materia prima de trabajo. Y si utilizas imágenes para dar forma a esas percepciones, la fotografía se convierte en una herramienta plástica con una gran potencia para tratar el presente. Esa fue su función ayer, lo es hoy y lo será mañana.
A mí me interesan las imágenes de aflicción que vemos en los pasos de la Semana Santa, y lo que nos hacen y siempre nos han hecho. Cómo nos preparan y nos interpelan. La fotografía de Luc Delahaye de la niña y su perro heridos en la guerra de Bosnia, por ejemplo. Me interesan las fotografías que no ilustran, que trascienden el asunto que tratan y el instante en el que han sido tomadas, que van más allá de la construcción semántica asociada a ese tema y a ese momento particular. ¿O acaso las fotos de Diane Arbus no nos cuestionan hoy con la misma fuerza que antaño?, ¿no nos plantean los mismos dilemas relevantes?
Las fotografías que poseen ese poder se resisten a ser descritas por el lenguaje verbal. Las que alcanzan esa cualidad inefable son pocas, pero pueden aparecer en cualquier parte. Yo me he cruzado con ellas en feeds de lnstagram, en libros de cocina, en la joyería de al lado de mi casa y, muy a menudo, en las películas de Rossellini. Atienden a su tiempo, pero siempre lo traspasan. No se conforman con lo aceptable y siempre se elevan sobre lo evidente. Se burlan del diablo.
Las imágenes que más me inspiran hoy son obra de gente joven que no se dedica a esto -o sí- y que emplea la fotografía sin manías para expresar su experiencia vital y sus anhelos: un adolescente sentado en el suelo del pasillo de una tienda de juguetes con los ojos cerrados, mordiendo una tostada de queso fundido; una chica de pie en un parque tapándose los ojos frente a tres refrescos de distintos colores colocados en fila. Pero, como decía, es absurdo el intento de reducirlas a una mera función descriptiva.